Ayer fue uno de esos dÃas en los que esta tierra nos recuerda de tan vasta historia que desconocemos. Encontramos una segunda piedra, aún más voluminosa y exuberante que la que levantaron los jóvenes peones hace ya cuatro meses, una especie de rueda saturada de sÃmbolos y grabados extraños, y de una antigüedad que indudablemente sobrepasa a nuestra querida nación cristiana aquà mandada por Dios erigir. No está a mi alcance el significado de su contenido, pero, cada vez que advierto esas gigantescas creaciones, no puedo evitar preguntarme qué clase de conocimiento de idólatras de falsos dioses pueden guardar.
Pedro López Rivas