Salà de Santiago hace tres semanas acompañado por varios oficiales del almirante Pizarro. Después de emplear diez dÃas en cruzar una montaña enorme ahora atravesamos un desierto de cuatrocientas leguas camino a Buenos Aires. En América todo es inmenso y la naturaleza es salvaje. La tempestad que hundió nuestra fragata o los fuertes temblores en Chile son prueba de ello. Este desierto, además, está habitado por indios belicosos ante los cuales nos vemos obligados a estar alerta. Si fuesen como los indios chilotas, que con tanta generosidad y bondad me acogieron, sà podrÃa conciliar el sueño en las noches.
Alexander Campbell