LAS MUJERES CASTELLANAS QUE FUERON A AMÉRICA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
- María Sánchez Serrano
- 6 oct 2021
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En el contexto de la colonización y el asentamiento de los españoles en el territorio americano, miles de personas emprendieron su marcha en busca de mejores oportunidades de vida. Para afianzar la posesión de las nuevas tierras, desde la Corona castellana se estableció una política migratoria en la cual las mujeres tuvieron un importante papel. Gracias a la creación de redes familiares se pudo extender el poder de la Corona y establecer las bases de la sociedad castellana en el Nuevo Mundo. Para llegar allí debían de hacer una larga travesía que estaban dispuestas a recorrer puesto que encontrarían alianzas mucho más ventajosas que si se quedaban en su tierra natal. Allí harían por mostrar su valía al adaptarse a la nueva tierra y evitar que sus maridos cayesen en el concubinato.

Mediante las fuentes secundarias hemos analizado la importancia de las mujeres castellanas en el establecimiento de las colonias en América, desde la preparación del viaje, la motivación para realizarlo y como será su vida una vez se asienten en las colonias.
En la historia de América del siglo XVI hay dos hechos esenciales bien diferenciados: la conquista y la colonización del nuevo continente. En la primera etapa, hasta los años 40 ambos hechos coinciden, es decir, el poblamiento y la emigración, sin los cuales la conquista no hubiera tenido éxito. Cuando finalizan las grandes conquistas la emigración verá un aumento a partir de los años 30 del siglo XVI y a partir de 1560 se conocerán los nombres de las familias que viajan puesto que la licencia real será obligatoria para viajar. No hubo anteriormente en la historia de la Humanidad un desplazamiento de tal magnitud espacial en un reducido tiempo.
El viaje se iniciaba en Sevilla y para ello era necesario una licencia de estancia permanente que otorgaba la Corona de Castilla. Solo se le daba a aquellas personas que fueran castellanos naturales y cristianos puros, para evitar la herejía. Pero debido a la dificultad de conseguirla, muchas veces se recurría a la emigración ilegal. Muchas mujeres pasaron como criadas acompañando a sus familiares, puesto solo se le pedia la licencia a la persona a cargo del servicio.
Como se ha anunciado, el principal motivo del viaje era buscar un beneficio económico y una vida llena de más posibilidades que si se quedaban en la Península Ibérica, para ello estaban dispuestas a realizar el peligroso viaje. Esto se debe a la condición de la mujer en la Edad Moderna en España y las oportunidades beneficiosas que encontrarían en territorio desconocido como mejores matrimonios o contratos de trabajo en las casas de familias enriquecidas. Marcharían con grupos familiares para fundar una nueva vida, puesto que ellas no viajaban solas. Lo más habitual era que el hombre viajase primero, y una vez asentado y próspero, llamase a su esposa. Las mujeres no solían viajar solas porque debían de hacerse cargo de los miembros dependientes de su familia, por eso irían cuando no tuvieran nadie bajo su responsabilidad. Cuando emprendían el viaje lo hacían en grupos autorizados por la Corona. El perfil medio de la migrante era de una mujer de unos treinta años, con dos hijos y casada durante una media de cinco años. Para el viaje les recomendaban llevar un buen avituallamiento que consistía en pequeños animales vivos, tocinos, vinos, fruta seca o galleta blanca, así como ropa puesto que en su destino sería muy caro de obtener. A ser posible les pedían que viajasen en una cámara o habitación pequeña para ir protegidas.

A partir del año 1564 los viajes se realizaban mediante el sistema de Flotas y Galeones, unos viajes comerciales bien protegidos que salían en los meses de mayo y junio por el tiempo favorable. La travesía se contrataba con un destino claro, pero una vez llegaban a tierra firme podían marchar donde quisiesen. Se tardaba unos cuarenta días hasta La Habana o Guadalupe, pudiendo alargarse más tiempo según su destino final. Una vez en tierra se les aconsejaba bañarse y comer con moderación los nuevos alimentos a los que sus estómagos no estaban acostumbrados. A las mujeres las solía esperar sus maridos en los puertos, pero otras se encontraban con la situación de haberse quedado viudas durante el trayecto o al poco de llegar, otras descubrieron que su marido tenia otra mujer, aunque el concubinato estaba penado.
Hasta mediados del siglo XVII se produjo una fuerte emigración desde Castilla hacia el territorio americano, pero no siempre con la misma afluencia de personas. Al comienzo viajaban pocas mujeres, sobre todo andaluzas y extremeñas. Desde 1515 era obligatorio para los casados hacer vida madirable para crear asentamientos estables y no solo campamentos militares. Por lo cual, los hombres reclamaban a sus mujeres para ir a acompañarles.
Durante el reinado de Carlos I, en 1530 se prohíbe a los hombres casados marchar sin sus mujeres. Más adelante en 1539 se prohibirá viajar a las mujeres solteras y a las casadas sin compañia, solo viajarían si probaban que iban a hacer una vida madriable, puesto que muchas mujeres solteras cometieron escándalos al no llevar una buena vida. Otras fueron a buscar al marido pero cuando llegaron decidieron emprender una vida muy distinta. Entre los años 1540 y 1560 aumenta la emigración familiar, debido a que los hombres iban a ocupar cargos necesarios en la vida del virreinato. Las esposas necesitaban una autorización por parte del marido para ir pero sin embargo, las solteras mayores de edad y las viudas si podían solicitar licencia por ellas mismas. Desde 1550 se impuso un plazo de tres años de estancia, para los cuales la mujer tenia que dar su consentimiento para hacer constar que no eran abandonadas, aunque se incumpliría. Durante la segunda mitad del siglo XVI se estima que el 28% de los pasajeros fueron mujeres hacia Nueva España y Perú principalmente.
Los hombres casados que iban solos estaban vigilados por la corona para no cometer bigamia. Allí buscarían tierras donde asentarse, teniendo dos años desde su llegada, que se podían ampliar con el consentimiento de la mujer. Existían penas de cárcel para quien no cumpliese. Muchas mujeres eran abandonadas al frente de las familias peninsulares, siendo un inconveniente para la política dado que los esposos no se podían casar otra vez sin caer en la bigamia. Aunque en las licencias también se mentía, apareciendo como solteros aun estando casados. Desde 1560 a 1579 se aprecia una aumento de la poblacion emigrante que se mantendrá hasta 1630 debido a la crisis económica y demográfica castellana, que hará que las familias y las mujeres viajen menos.
Para la creación de los nuevos territorios se promovió la consolidación castellana en mediante el establecimiento de las instituciones, entre ellas, la familia. Se fortaleció la colonización mediante la creación de centros urbanos en los que se establecieron lazos comerciales y familiares como en la Península Ibérica. Las mujeres marchaban reclamadas por sus maridos mediante cartas que recoge Enrique Otte en las que se aprecian promesas de vidas relajadas, palabras cariñosas y matrimonios para las más jóvenes, en definitiva una vida mejor. La mujer fue a colonizar, no a la conquista, aunque muchas también participaron en aquella ardua tarea luchando al lado de los hombres.

Respecto a los matrimonios, los hombres castellanos podían casarse con indígenas para que no se produjese el amancebamiento, pero las mujeres no podían, encontrando casos de viudas castellanas que tras casarse con indígenas perdieron su estatus en sociedad. De misma forma, si tenían hijos ilegítimos con indígenas también eran degradadas, sin embargo debían de acoger a los hijos que sus maridos tenían fuera del matrimonio. El matrimonio era un medio para crear redes sociales, mediante las cuales se ascendía económicamente y se conseguía cierto estatus social. Se casaban por ser castellanas, lo cual la Corona favoreció puesto que tenían preferencia a la hora del reparto de tierras. Las audiencias tenían orden de amparar a las muchachas solas y procurarles matrimonios. Desde mediados del siglo XVI se aprecia un cambio, puesto que las mujeres criollas tuvieron un auge en los matrimonios, porque podían acceder mediante ellas a oficios reales, riquezas y redes clientelares familiares. A partir de 1630 las españolas que vayan serán hijas de virreyes u oficiales reales, las únicas que encontrarían matrimonio ventajoso.
Era normal que enviudasen primero, puesto que los maridos debian de realizar viajes o participaban en batallas, pasando a ser las herederas de encomiendas o pequeños comercios. Pero si querían conservar la herencia debían de casarse en menos de un año, pasando el cargo al nuevo marido y haciendo de esta forma a las viudas muy codiciadas. En segundas nupcias solían casar con españoles que llegaban para ocupar cargos en la administración.
Las mujeres tomaron un papel muy importante como transmisoras de la cultura castellana, a pesar de que su situación social estaba relacionada con la profesión de su marido o padre, ellas serán las encargadas de enseñar a los niños o a los trabajadores de las casas lo cotidiano. Es el caso de las recetas de comida que muchas veces tuvieron que ser adaptadas a los ingredientes que encontraban en las Indias. Muchas mujeres mayores también eran consideradas curanderas debido a sus conocimientos sobre remedios naturales para los enfermos. Aquellas que venían de familias pudientes podían ir a colegios de monjas donde eran internadas, allí aprenderían como llevar el hogar cuando fueran adultas.
No todas tuvieron la misma suerte de acceder a buenos cargos, otras tantas debieron de convivir en casas de alquiler con más mujeres para proteger su honra, o arrendadas en las viviendas de familiares. Trabajarían como costureras o en pequeñas tiendas y serían cada vez más numerosas por el aumento de población y la pérdida de oportunidades. Crearon redes asistenciales entre ellas para darse apoyo en la pobreza, con los hijos no reconocidos o como testigos en los procesos judiciales.
La vida de estas miles de mujeres que se aventuraron a ir a lo desconocido sirvió para sentar las bases de lo que hoy conocemos como Latinoamérica. Es de suma importancia no dejarlas caer en el olvido mediante su estudio y la difusión del tema como se viene haciendo en los últimos años.
Leer para conocer más:
Almorza Hidalgo, Amelia, "No se hace pueblo sin ellas". Mujeres españolas en el virreinato del Perú: emigración y movilidad social (siglos XVI-XVII), Sevilla, Universidad de Sevilla, 2018
López de Mariscal, Blanca, "El viaje a la Nueva España entre 1540 y 1625: el trayecto femenino", Historia de las mujeres en América latina, Murcia, Universidad de Murcia, 2002, pp. 89-109
Morant, Isabel (coord.), Historia de las mujeres en España y América Latina. Volumen II: El Mundo Moderno, Madrid, Cátedra, 2005
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