GÉNERO Y REGIALIDAD. UNA PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN
- Sergio Belmonte Hernández
- 5 oct 2021
- 7 Min. de lectura
“Básteme acordarme que nací de mujeres para aborrecer la vida”. Esta afirmación de Laurencio Manco de Olivares es una perfecta definición de la consideración que algunos intelectuales del Siglo de las Luces tenían hacia las mujeres. El texto publicado en Madrid en 1726 surgía como réplica a las proclamas que el padre Feijoo había realizado en el tomo I, discurso XVI, de su obra Teatro Crítico Universal, donde ensalzaba, dentro de los límites de su época, a las féminas[1].
La misoginia imperante en el siglo XVIII podría resultar sobrecogedora e impactante, pues es el siglo de las salonnieres cultivadas que gustaban de participar en tertulias a través de la “cultura de la conversación”. Madame du Defand, la marquesa de Pompadour, la condesa de Campo de Alange, la duquesa de Osuna, Lady Holland, Josefa Amar gustaban de estas entretenidas veladas culturales. Todas ellas compartían un aspecto y es que son élite, pertenecientes a la nobleza o la gran burguesía. ¿Visibilizaba a estas mujeres su posición privilegiada?

Esta pregunta puede trasladarse a otras mujeres que constituían la élite de la élite, las reinas y princesas, miembros de la familia real. El hecho de que la realeza siempre haya sido objeto de atención historiográfica, en especial la positivista, ha dejado marcado un cliché asentado en la investigación: el de que las soberanas, a causa de su alto estatus, han sido las “únicas mujeres” con presencia en los libros de historia [2], desapareciendo el resto de mujeres no privilegiadas, las campesinas, obreras, etcétera. Éstas deberían esperar a los análisis históricos del marxismo, primero consideradas como simples elementos para lograr la revolución social, y finalmente a los estudios de las mujeres de los años 70, que focalizaron a la mujer como un ente y sujeto activo en la historia. La introducción del género como categoría de análisis histórico [3] permitió rescribir el discurso histórico e insertar los estudios de las mujeres como una línea historiográfica que disentía el tradicional rol pasivo que se le había dado. Las mujeres trabajadoras centran la atención: ya estaba bien de hablar de las pedanterías de las reinas, sus hijos, sus joyas, y su vida cortesana lustrosa.
Parecía que el género como categoría de análisis histórico tenía clase y esta era la de las clases humildes. Tales aseveraciones no carecían completamente de fundamento. Isabel la Católica, Isabel Tudor o Catalina de Rusia aparecían en demasía, la primera como guardiana del catolicismo contra los infieles, la segunda como la heroína nacional inglesa ante Felipe II, y la tercera como la gran creadora de la Rusia moderna. Tener presencia en los relatos históricos, sin embargo, no significaba visibilidad alguna, se las trataba como excepciones, solo eran unas pocas. Además, su imagen estaba trufada de estereotipos y contaminada por los relatos nacionales. Se obviaba también a otros iguales suyas: las consortes. Llama la atención que si las reinas han tenido renombre es por su condición de propietarias, titulares de su reino. Debemos recordar que en la historia moderna de España solo ha habido dos reinas titulares, Isabel la Católica y Juana I. ¿Dónde estaban el resto de reinas españolas? La mayor parte de ellas enterradas bajo el lodo del olvido y cuando se las recordaba, unas eran ejemplos de virtud y piedad y las otras mesalinas y prostitutas. Algunas pasivas ante los asuntos de estado, otras ambiciosas y deseosas de participar en estos. Se daba una dualidad de comportamientos que las encajaba en uno de estos perfiles. Un aspecto llama la atención y es el tema del “poder”, se censuraba que participaran de este, pero, ¿por qué no podían ejercerlo si pertenecían a la élite, esa élite que les daba el privilegio de ser las únicas que aparecían en los libros de historia?
Por mucho que estas mujeres pertenecieran al grupo privilegiado no se libraban de un hecho y era ser hijas de Eva. El género como categoría de análisis histórico es necesariamente transversal y en él convergen la clase social, la riqueza y la formación. Por lo tanto, todas las mujeres, con independencia de su estatus, son susceptibles de ser analizadas mediante esta categoría. El nacimiento de los Queenship o Estudios de reginalidad que incorporaron la perspectiva de género al estudio de las mujeres de las élites ha permitido saber que las reinas tenían capacidad para organizar su propio patronazgo, de organizar su casa, de incidir en la política [4], así como también conocer que la imagen que tenemos de algunas de ellas son clichés historiográficos repetidos y consolidados como verdad oficial.
Pongamos un ejemplo que actualmente está dando forma a una tesis doctoral [5]. La investigación versa sobre los dobles viajes nupciales que en 1765 realizan, María Luisa de Borbón, hija de Carlos III y María Luisa de Parma, sobrina de este. La primera casaría con el archiduque Leopoldo, hijo de la emperatriz María Teresa de Austria, y se convertiría en gran duquesa de Toscana, la segunda contraería nupcias con el príncipe de Asturias, el futuro Carlos IV. El trabajo no es específicamente una historia de las mujeres “ex profeso”, pues se inscribe dentro del marco de investigación de los viajes reales, línea de investigación de largo recorrido. Sin embargo, al tener como elementos vectores del viaje a dos mujeres, la perspectiva de género está presente siempre.
Las consortes representaban el lado femenino de la monarquía y debían irradiar una imagen a sus súbditos, así como proporcionar herederos a la corona. Estas, al igual que todos sus predecesores y sucesores eran elementos de intercambio, de canje, entre cortes y príncipes para asegurar el matrimonio, la quietud o engrandecimiento de los estados. Eran peones en el juego de ajedrez de los equilibrios y desequilibrios del Antiguo Régimen.
La revolución diplomática de 1756 entre Francia y Austria, a la que se unía España con la llegada de Carlos III al trono español, se sella mediante una sucesión de enlaces Habsburgo-Borbónicos, uno de ellos es el de la infanta María Luisa con el archiduque Leopoldo. Como miembro de la Casa de Borbón está destinada a ocupar los más altos destinos, insiste en que su hija como infanta de España “no es para vasallo sino para príncipe”, es decir, el monarca hispano obligaba a los emperadores a ceder a su segundogénito Leopoldo la Toscana para que este pudiera gobernar como príncipe soberano. Carlos III no iba a permitir que su hija se casara con un segundón de la realeza, lo que denota la enorme importancia que otorgaba al capital dinástico de su hija que, por el simple hecho de ser una Borbón, debía de tener el mejor destino, su rango era el más alto. La infanta también se presentaba como la paloma de la paz. Su enlace sellaba la quietud en la península italiana y la buena comunicación entre los estados de los Habsburgo y los Borbones.

El enlace de la otra protagonista, María Luisa de Parma, ocurre en mitad de estos enlaces dinásticos. Sin embargo, el matrimonio con el príncipe de Asturias pasaba por ser la única excepción. María Luisa de Parma era una Borbón y no una Habsburgo. A pesar de las insistencias de la emperatriz por casar a una de sus hijas con el heredero de la corona española, el heredero hispano acabaría casado con su prima hermana. ¿Qué llevaba a prometer a una princesa menor, la hija de un duque con el príncipe de Asturias? La respuesta se hallaba en el contrato matrimonial en el que se decía de ella que debido a su pertenencia a la casa de Borbón ninguna otra princesa podía igualarla. Su capital dinástico al igual que el su homónima era superior al de cualquier archiduquesa. Con este enlace Carlos III conseguía mantener el trono de España para la casa de Borbón y evitaba la presencia foránea de una princesa extranjera en la persona
El periplo, que abarca parte de Italia y Alemania como Parma, Génova e Innsbruck, también se desarrolló en la Península Ibérica, y durante el trayecto las princesas fueron festejadas por todas las villas que atravesaban. Los festejos más solemnes eran sin duda los de las grandes capitales, ciudades de término de los viajes, en el caso de la infanta, Florencia, y en el caso de la princesa de Parma, Madrid. Las decoraciones efímeras levantadas para conmemorar estos actos con sus complejísimos programas iconográficos inspirados en la mitología clásica, y en la historia del reino, irradiaban los valores e ideales que debía representar la monarquía, pero muy en especial las protagonistas de las fiestas, las princesas. Por unos días las capitales se convertían en una escuela donde ellas debían aprender cuáles eran los modelos que debían tener en cuenta, cuyas conductas, que eran modélicas, debían ser también las suyas. Estos patrones codificados eran el formato de lo que debía ser una reina. El género está muy presente como forma de análisis en estos elementos festivos.
A modo de conclusión podemos decir que el género, como categoría de análisis histórico consolidada, ha abierto todas sus facetas al estudio de la historia de las mujeres, sea cual sea su posición y rango social. María Luisa de Borbón y María Luisa de Parma encajan perfectamente en los estudios Queenship y, como hemos visto, jugaron un papel esencial en la geopolítica hispana de la segunda mitad del siglo XVIII. La mujer de la realeza representaba la paz, la prosperidad. Aunque la estructura patriarcal las mantenía en unos roles muy rígidos, estas supieron cómo usar el sistema en su propio beneficio y lograr una maniobrabilidad que les permitieron acceder si no al poder, al menos a influir en este. No podía permitirse prescindir de ellas: eran las que aseguraban tratados, eran las que daban herederos y las que permitían la sucesión inacabable del Antiguo Régimen.
Leer para conocer más:
Craveri, B., La cultura de la conversación, Madrid, Siruela, 2003.
Rose, S., ¿Qué es Historia de Género?, Madrid, Alianza, 2012.
Scott, J., Género e Historia, México, Fondo de Cultura Económica, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2008.
Pagès Poyatos, A., “El Queenship como modelo teórico de poder formal e informal aplicado a la nobleza: apuntes para una propuesta metodológica”, Journal of Feminist, Gender and Women Studies, 5 (2017), pp. 47-56.
Y también:
María Luisa de Borbón por Mengs en el Kunsthistorisches Museum: https://www.khm.at/objektdb/detail/1207/?offset=4&lv=list
María Luisa de Parma por Pécheux en el MET de New York: https://www.metmuseum.org/art/collection/search/437265
Notas:
[1] Contradefensa critica a favor de los hombres, que en justas quexas manifiesta D. Laurencio Manco de Olivares contra la nueva defensa de mugeres que escriviò el M.R.P. Maestro Fr. Benito Geronimo Feyjoò, en su theatro critico, Madrid, 1726, p. 22.
[2] Rose, S., ¿Qué es Historia de Género?, Madrid, Alianza, 2012, p. 36.
[3] Scott, J., Género e Historia, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, 2008, pp. 48-76.
[4] Pagès Poyatos, A., “El Queenship como modelo teórico de poder formal e informal aplicado a la nobleza: apuntes para una propuesta metodológica”, Journal of Feminist, Gender and Women Studies, 5 (2017), pp. 47-56
[5] Belmonte Hernández, S., Los nobles matrimonios de 1765: los viajes nupciales de la infanta María Luisa de Borbón y de la princesa María Luisa de Parma, Programa de Doctorado de Historia, Universidad Complutense de Madrid, en curso.
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